Análisis Fomography: un nuevo videojuego que busca ser un fiel representante de la fotografía como arte y lo traslada perfectamente a videojuego.
Análisis Fomography: a fotografiar
La fotografía siempre ha sido una forma de atrapar el tiempo. De detener el instante justo antes de que se vuelva recuerdo. Fomography no es un juego en el sentido convencional: es una carta de amor al medio analógico, a los días en que hacer una foto era un acto de paciencia, de fe, y de memoria. Y también es un viaje personal, introspectivo, donde cada imagen es una pregunta sin respuesta.
En su salto a PlayStation 5, este título independiente no busca espectáculo técnico ni grandes giros jugables. Lo suyo es la contemplación. La pausa. El saber mirar. Y si tú, como jugador, decides detenerte con él, es probable que encuentres más de lo que esperabas.
Revelando un mundo con los ojos bien abiertos
Fomography no tiene diálogos. No los necesita. Su historia se cuenta con imágenes, escenarios, objetos. Encarnamos a un personaje que recorre un mundo deshabitado, pero no vacío. Hay huellas de vida en cada esquina: una taza aún con restos de café, una carta a medio escribir, un columpio que aún se balancea con el viento.
Lo que en otro juego sería escenografía aquí es argumento. No hay una narrativa explícita, pero sí una emocional, que se construye a través de la observación y la intuición. Cada fotografía que tomamos no solo revela detalles del mundo, sino también del alma de quien la captura.
Y eso es lo más bello de Fomography: que habla sin decir nada, que emociona sin forzar el llanto.
El arte de mirar: una cámara como única arma
El núcleo jugable es tan sencillo como elegante: cámara en mano, exploramos distintos entornos y buscamos capturar imágenes significativas. Algunas fotos desbloquean recuerdos, otras desvelan caminos. Pero todas son parte de un mismo hilo conductor: reconstruir el pasado. Nuestro pasado.
La cámara no es solo una herramienta: es el corazón del juego. Podemos cambiar lentes, ajustar el enfoque, jugar con la exposición. Y aunque las mecánicas son accesibles, están lo bastante afinadas como para que la fotografía no sea un simple «apuntar y disparar». Hay intención detrás de cada clic.
Además, el sistema de revelado es manual. Tenemos que entrar al cuarto oscuro, mezclar los químicos, esperar los tiempos correctos. Es un minijuego en sí mismo, pero también una metáfora preciosa: revelar es comprender. Y comprender requiere tiempo.
Escenarios con alma: una belleza melancólica
Visualmente, Fomography apuesta por una dirección artística sobria, con una paleta de colores apagada, casi otoñal. Los escenarios tienen un diseño minimalista, pero cada rincón está cargado de intención. No hay elementos superfluos: todo lo que ves es parte del relato.
Las animaciones son austeras, pero funcionales. Y el tratamiento de la luz —clave en un juego sobre fotografía— es magnífico. Cada atardecer, cada rayo que entra por una ventana rota, cada reflejo en un charco… está pensado para que el jugador quiera parar, enmarcar, disparar.
No hay una banda sonora constante. Solo piezas ambientales, sutiles, que acompañan sin imponerse. Silencios largos. Sonidos de naturaleza. El clic de la cámara, como única música en ciertas escenas, suena como un disparo en mitad del vacío.
Viaje introspectivo: caminar, observar, conectar
Fomography no tiene enemigos, ni combates, ni niveles. Su estructura es la de un paseo. A veces literal, a veces metafórico. Exploramos distintos entornos —una estación abandonada, una casa rural, un parque olvidado— buscando objetos que sugieren historias, y capturando imágenes que reconstruyen una vida rota.
El juego se divide en actos, cada uno con su propio tono y enfoque temático. Algunos son más oníricos, otros más realistas. Pero todos están unidos por una misma sensación: la de estar buscando algo que quizá ya no existe. O que quizá siempre estuvo ahí, esperando ser mirado de otra forma.
La progresión es suave. Hay pequeños rompecabezas visuales que desbloquean nuevas áreas, pero nunca suponen un freno. Fomography no quiere que te detengas a pensar «cómo avanzar», sino que pienses en «por qué avanzar».
Una experiencia emocional más que jugable
Fomography no te lanza una historia preconstruida: te da piezas sueltas para que seas tú quien las monte. Y en ese proceso, cada jugador puede encontrar una narrativa distinta. Hay quien verá una historia de pérdida. Otros, una reflexión sobre el paso del tiempo. Y otros, quizás, solo un ejercicio artístico sobre el poder de la imagen.
Lo que está claro es que este título no busca diversión inmediata, sino una conexión emocional. Juega con nuestros silencios, nuestras ausencias, nuestras memorias. En algunos momentos, puede incluso resultar incómodo por lo íntimo que llega a sentirse.
En una industria que a menudo sobrecarga de estímulos, Fomography propone lo contrario: la contemplación como resistencia.
Duración y ritmo: lo breve si es bueno…
La duración del juego se sitúa en torno a las 4-6 horas, dependiendo de lo que te detengas a explorar, revelar y repetir encuadres. Podría parecer escaso sobre el papel, pero en la práctica resulta perfecto. Alargarlo más hubiera diluido su intensidad.
Fomography es consciente de su escala y no pretende ser más de lo que es. No hay relleno, ni misiones accesorias, ni coleccionables vacíos. Cada imagen cuenta. Cada paso tiene un propósito.
Eso sí: su ritmo lento y su tono melancólico no serán para todos. Si buscas acción o sistemas complejos, este no es tu juego. Si en cambio valoras las experiencias pausadas, sensibles, personales… prepárate para algo especial.
Detalles técnicos: menos es más
En cuanto a su rendimiento en PlayStation 5, el juego se comporta de forma sólida, aunque no destaca por despliegue técnico. Los gráficos son simples pero estéticamente cuidados, y la iluminación dinámica aporta momentos visuales de gran belleza.
No hemos detectado caídas de framerate ni bugs significativos. El interfaz es limpio y muy bien integrado, especialmente en el cuarto oscuro, donde se nota mimo en cada detalle.
El DualSense se aprovecha de forma sutil pero efectiva: una ligera vibración al pulsar el disparador de la cámara, resistencia variable en el botón según la exposición… detalles que refuerzan la inmersión sin hacerse notar.
Además, el juego está completamente localizado al español, con textos cuidados y sin errores. Y aunque no hay voz ni narración, la ausencia se convierte en presencia: el silencio también comunica.
Una mirada que permanece tras el fundido a negro
Fomography no es un título que vaya a salir en listas de superventas ni a protagonizar anuncios a todo color. Pero sí es de esos juegos que te acompañan en silencio cuando ya has apagado la consola. De los que se te quedan dentro. Como una foto vieja encontrada en un cajón.
Puede que no revolucione nada. Que no sea innovador en sus mecánicas. Que incluso algunos lo consideren más una instalación artística que un videojuego. Pero lo cierto es que, como experiencia, es de lo más honesto, delicado y humano que hemos visto en el medio últimamente.
Conclusiones finales
Fomography es un homenaje a la fotografía analógica, pero también a los recuerdos que se nos escapan. A las historias que no se cuentan con palabras. A las emociones que caben en un encuadre bien escogido.
No es un título para todos, ni lo pretende. Es un juego para jugar con calma, con el alma abierta, y con la disposición a mirar, no solo a ver. Porque a veces, capturar una imagen también es una forma de sanar.
Si te dejas llevar, puede que encuentres en él algo más que un juego: una experiencia íntima y reveladora.
El juego ha sido analizado en Playstation 5.
