ANÁLISIS KATANAUT PARA PC
Si hay dos géneros que están de moda en el escenario indie, estos son los metroidvania y los roguelite. Y hoy os vengo a hablar de uno de esos juegos que trata de fusionar esas dos mecánicas en un mismo título.
Katanaut es un videojuego de acción tipo roguelite con elementos metroidvania, desarrollado por el estudio independiente Voidmaw y lanzado el 10 de septiembre en PC. Ambientado en una estación espacial devastada por fuerzas cósmicas, el título combina combate frenético, progresión por intentos y una atmósfera de horror existencial que lo distingue dentro del panorama indie reciente.

Su núcleo jugable gira en torno al combate cuerpo a cuerpo. El protagonista, Naut, maneja una katana con precisión quirúrgica y una variedad de habilidades cibernéticas que permiten moverse con fluidez, esquivar ataques y ejecutar cortes devastadores. Cada enfrentamiento exige precisión, ritmo y control del espacio; el más mínimo error puede ser fatal. El juego mantiene un equilibrio delicado entre la sensación de poder y la vulnerabilidad constante. Los enemigos son rápidos, agresivos y numerosos, lo que obliga al jugador a mantenerse en movimiento y aprovechar cada oportunidad de ataque. El resultado es una experiencia de combate intensa, visceral y sumamente satisfactoria cuando se domina.
El diseño de progresión, característico de los roguelites, recompensa la persistencia. Cada muerte no significa un reinicio total, sino una oportunidad de mejorar: se conservan ciertos recursos y fragmentos de memoria que permiten desbloquear habilidades, armas o implantes permanentes. Así, cada partida no sólo es un nuevo intento, sino también un paso más hacia una versión más poderosa del personaje. Este sistema otorga una sensación constante de avance que contrasta con la dureza del desafío.

Los escenarios de Katanaut mezclan secciones diseñadas manualmente con otras generadas proceduralmente, logrando que cada recorrido se sienta diferente. Los ambientes son variados —desde pasillos industriales hasta invernaderos en descomposición— y todos comparten una atmósfera densa, húmeda y opresiva. El uso de luces rojas, neones intermitentes y sonidos metálicos contribuye a una sensación permanente de claustrofobia. En algunos momentos, el juego introduce un “modo de horror” donde una entidad desconocida acecha los pasillos, intensificando la tensión.
En lo estético, Katanaut apuesta por un estilo sangriento y grotesco, con una identidad visual marcada por el contraste entre lo biológico y lo mecánico. Cada tajo deja rastros visibles, y los escenarios están plagados de restos orgánicos y maquinaria deteriorada. La banda sonora, basada en sintetizadores y ruidos ambientales, amplifica el tono de decadencia tecnológica. Todo esto refuerza la idea de que la estación es un ser moribundo, y el jugador, apenas un parásito en su interior.

La narrativa se presenta de forma fragmentaria. En lugar de una historia lineal, el jugador reconstruye los acontecimientos a través de memorias, registros y detalles visuales dispersos. Este enfoque contribuye al misterio y al ambiente, aunque puede resultar insatisfactorio para quienes buscan una trama más desarrollada.
Lo que más me ha gustado ha sido su combate fluido y contundente, la alta rejugabilidad y la coherencia entre estética y jugabilidad. Por otro lado, la dificultad pronunciada puede desanimar a jugadores menos experimentados, y durante las secciones más frenéticas, el componente de horror se diluye en favor de la acción. También se observan pequeños fallos técnicos y una narrativa algo superficial.
Así pues, entrando ya en las conclusiones, he de decir que, aun con sus imperfecciones, Katanaut logra sobresalir como una propuesta desafiante y estilísticamente poderosa. Es un juego que exige precisión, paciencia y curiosidad, pero recompensa con momentos de auténtica intensidad y un mundo visualmente impactante. Más que un simple hack and slash espacial, es una experiencia que combina violencia, desesperación y belleza en un mismo movimiento de katana
