ANÁLISIS HIROGAMI PS5
En un mercado saturado de plataformas y metroidvanias, destacar no es sencillo. Hirogami, desarrollado por el estudio japonés Moonlight Paper, lo intenta con una propuesta tan arriesgada como sugerente: convertir el origami en la base de su jugabilidad y su identidad visual. A primera vista puede parecer un simple capricho estético, pero lo cierto es que este indie va mucho más allá. El resultado es una aventura que combina habilidad, exploración y paciencia, y que brilla en varios aspectos, aunque también arrastra defectos que evitan que llegue a la categoría de imprescindible.
El origami como mecánica y como universo
La mayor virtud de Hirogami es que su concepto no se queda en lo superficial. No es solo que los escenarios, enemigos y protagonistas estén diseñados como figuras de papel; todo en el juego está atravesado por esta idea. El protagonista, Hiro, tiene la capacidad de transformarse en diferentes formas de origami: desde un armadillo que rueda y resiste impactos, hasta un águila ligera capaz de planear, o una hoja que se desliza con el viento. Cada transformación aporta un estilo de movimiento único y abre caminos alternativos, secretos y atajos que enriquecen la experiencia.
Este enfoque convierte la exploración en un constante ejercicio de creatividad. Aunque el diseño de niveles guía al jugador, siempre hay sensación de libertad, de que se pueden probar soluciones distintas. El origami, con su fragilidad y su versatilidad, se convierte en una metáfora jugable que aporta identidad propia al título. Y lo mejor: funciona.

Una dirección artística con personalidad
Visualmente, el juego es encantador. Cada escenario parece construido con papel doblado, y la estética artesanal se mantiene de principio a fin. Los mundos corrompidos por la llamada “Plaga” transmiten sensación de amenaza, pero sin perder su aire de fábula. En un momento estás atravesando un bosque con hojas de papel arrugadas, y al siguiente te enfrentas a enemigos con pliegues malditos que parecen a punto de deshacerse. Esa coherencia estética es lo que más recuerda el jugador tras dejar la partida.
La música acompaña con acierto. No busca protagonismo, pero genera una atmósfera de calma tensa que refuerza la idea de estar siempre al borde de romperse, como una hoja mojada. Los efectos sonoros, por su parte, son simples pero efectivos, especialmente los que acompañan a las transformaciones y al crujir del papel.

La jugabilidad: entre la precisión y la paciencia
El control de Hiro es sólido, y cada forma de origami tiene su propio peso y ritmo. Cambiar de una a otra de manera fluida se convierte en el corazón de la experiencia. Hay secciones de pura plataforma en las que la precisión es clave, y otras en las que prima la exploración o el ingenio para resolver pequeños puzles. La curva de dificultad está bien medida, aunque hacia la segunda mitad del juego se nota un incremento considerable que pondrá a prueba incluso a los más expertos.
El diseño de niveles recompensa la curiosidad. Más allá de llegar al final, el título invita a rejugar zonas para completar desafíos adicionales: acabar un nivel sin recibir daño, recolectar cofres ocultos o descubrir rutas secretas. Esto alarga su vida útil y añade motivación para quienes disfrutan exprimiendo cada rincón de un mundo digital.

Una historia que se queda en el fondo
Donde Hirogami no termina de despegar es en lo narrativo. La premisa es sencilla: un héroe de papel debe salvar a su mundo de la Plaga, una corrupción que lo arrasa todo. Hay algún intento de dar contexto a través de personajes secundarios y pequeñas cinemáticas, pero nunca se profundiza lo suficiente. Hiro carece de carisma, y aunque la metáfora del papel frágil funciona a nivel jugable, no se traslada a una historia que deje huella.
Para muchos jugadores esto no será un problema, sobre todo si lo que buscan es jugabilidad pura. Pero quienes esperan una trama envolvente o un trasfondo rico, como en Ori o Hollow Knight, probablemente sentirán que el juego se queda corto.

Los detalles técnicos: un indie con limitaciones
Aunque el apartado artístico disimula bien las limitaciones, hay aspectos técnicos que evidencian el presupuesto modesto del proyecto. La cámara, en ocasiones, se coloca en ángulos incómodos o atraviesa paredes, algo que puede arruinar saltos precisos. Los menús y la interfaz tampoco están a la altura: a veces aparecen objetos bloqueados en el inventario que generan confusión, y las pantallas de carga podrían ser más ágiles.
Además, en algunos momentos puntuales las texturas planas rompen la ilusión del mundo de papel, recordando que estamos ante un indie que no llega a la pulidez de las producciones más grandes. No es un desastre ni mucho menos, pero son fallos que empañan un conjunto que, con más tiempo y recursos, habría sido redondo.

Conclusión
Hirogami es como el papel que representa: frágil, delicado, pero capaz de transformarse en algo sorprendente con los pliegues adecuados. No es perfecto, pero en sus mejores momentos consigue brillar con luz propia. Si buscas un título independiente con personalidad y no te importa perdonar algunos tropiezos, aquí encontrarás una experiencia única. Si en cambio esperas una narrativa compleja o un acabado técnico impecable, quizá debas mirar en otra dirección.
En cualquier caso, Hirogami demuestra que el origami puede ser mucho más que un arte visual: puede ser también una forma de jugar.
Lo que más nos ha gustado:
- Su jugabilidad en fases cortas pero desafiantes.
- Buena mezcla entre acción y plataformas.
- Su arte es excepcional.
Lo que menos nos ha gustado:
- Argumentalmente pasa muy inadvertido
