P1 ANCHOR LIGHT OPINIÓN
Tras sobrevivir a un grave accidente de tráfico, Stephen King concedió una entrevista a la revista literaria The Paris Review. Al definir qué es lo que nos aterra como humanos, se centró en el caos y lo extraño: «Tenemos miedo al cambio. Tenemos miedo a la interrupción y eso es en lo que estoy interesado».
Esta es la idea en la que se fundamenta P1: Anchor Light, el nuevo videojuego desarrollado por Deadbolt Interactive tras Pneumata, su anterior propuesta de terror que resultó irregular al partir de unos referentes demasiado grandes para sus evidentes limitaciones técnicas.
Así, su nueva propuesta se consolida en los dos conceptos mencionados por King: el cambio y la interrupción. Siguiendo la tendencia de los videojuegos de terror iniciado por Silent Hill: PT y tomando otras referencias como Exit 8, P1: Anchor Light nos sumerge en un faro (con estética propia del Bioshock) que tendremos que recorrer en bucle para detectar las anomalías que lo vuelven peligroso y, así, reestablecer su normalidad.
En busca de lo extraño
No obstante, el universo del videojuego resulta abstracto y contradictorio. Con un interior decorado al estilo art déco, nos vemos trasladados a una época pasada que, sin embargo, contrasta con otros elementos como los trajes EPI que visten los misteriosos hombres que vemos a través del cristal de la entrada o los disquetes de ordenador que encontramos dispersos por el escenario.
Esta amalgama de conceptos visuales confunden y potencian el carácter críptico de un videojuego cuya herramienta principal es la tensión que se construye a través de la extrañeza. Sin más tutorial que una pizarra con las reglas básicas de juego, tendremos superar diez rondas revisando cada rincón del faro en busca de algo grotesco, raro o simplemente absurdo.
En esa mecánica de repetición, nos preguntaremos qué es realmente una anomalía y qué no lo es y, sobre todo, tendremos que ponernos en una posición verdaderamente incómoda: la de observar aquello que no queremos mirar. En ese sentido, P1: Anchor Light consigue sugestionarte hasta el punto de que cualquier luz o sonido pueda inquietarte, entrando en un estado de paranoia donde el terror pueda expandirse.
Cuando la tensión no es suficiente
Como complemento a esa mecánica basada en la detención del cambio, el videojuego sube su dificultad incluyendo el fenómeno de la interrupción. Cada pocos segundos, nuestro avance se verá interrumpido por una señal visual y sonora que nos invitará a no movernos, ya que, en el caso de hacerlo, sufriremos un ataque paranormal y volveremos al inicio del juego.
Aunque entiendo que es una dinámica que da mayor complejidad a la propuesta, en mi experiencia ha resultado más molesta que aterradora. Esta mecánica no solo rompe la inmersión construida ambientalmente por el videojuego, sino que pone en evidencia uno de sus peores aspectos del mismo: su imaginario de terror.
Pese a que la propuesta artística de P1: Anchor Light funciona a nivel ambiental en su parte puramente estética, resulta fallida cuando el terror debe de abrirse paso. Sus «monstruos» puedan parecer inquietantes, pero carecen de identidad y, sobre todo, de sorpresa. Al poco tiempo, descubres que son un elemento más del decorado que recorremos, dispuesto para generarnos inquietud, pero sin una verdadera sensación de peligro.
En conclusión
Así llegamos al problema principal de P1: Anchor Light. Tras su atractivo aspecto, no hay mucho más que un juego de terror corriente que, escudándose en el misterio, no es capaz de ofrecer un universo lo suficientemente interesante. Con una narratividad inexistente y un aspecto interactivo limitado, su mejor destino es el contenido en redes sociales, donde el carácter hit and run de su gameplay pueda resultar llamativo.
