Inicio Reportajes Death Stranding 2 ¿La automatización nos hará libres?

Death Stranding 2 ¿La automatización nos hará libres?

0
Entre exoesqueletos digitales y atajos cotidianos, ¿Qué queda de lo humano?

La automatización en Death Stranding 2 aparece como una evolución lógica del mundo que Hideo Kojima construyó en su primera entrega: un futuro fragmentado, hostil, donde las conexiones humanas son tan frágiles como necesarias. En este nuevo capítulo, las máquinas ya no solo complementan al ser humano; ahora lo reemplazan en muchos aspectos.

Y eso, lejos de ser solo un elemento de gameplay, se convierte —al menos para mí— en una metáfora inquietantemente real.

En el juego, los bots de entrega reemplazan el andar solitario del repartidor. Donde antes tenías que planear una ruta, gestionar tu carga, cuidar cada paso sobre terreno peligroso, ahora simplemente programas una máquina y observas. ¿El resultado? Eficiencia total. ¿La consecuencia? Desconexión emocional. Ya no caminas. Ya no decides. Ya no sientes. Solo consumes el resultado.

¿No es eso lo que vivimos, de alguna forma, en nuestro día a día?

¿Libertad o dependencia disfrazada de eficiencia?

Hoy automatizamos casi todo: agendas, pagos, respuestas, rutas, alarmas. Tenemos asistentes virtuales que piensan por nosotros, apps que eligen qué comer, qué ver, qué comprar, y algoritmos que filtran lo que queremos leer antes de que sepamos que lo queremos. Lo aplaudimos, claro. ¿Quién no quiere vivir más cómodo?

Pero a veces me pregunto: ¿cuánta libertad hay realmente en esa comodidad?

La automatización en la vida cotidiana, como en Death Stranding 2, no es el problema en sí. De hecho, me parece fascinante lo que la tecnología ha permitido: desde quitarnos tareas repetitivas hasta abrirnos tiempo para lo que —supuestamente— importa más. Pero también me asusta cómo esa ayuda se convierte, poco a poco, en una sustitución de nuestra voluntad.

Antes caminábamos. Ahora pedimos. Antes pensábamos. Ahora delegamos. Antes errábamos. Ahora evitamos riesgos a toda costa.

En Death Stranding, esa caminata difícil, ese trayecto lleno de obstáculos, era lo que hacía que la entrega tuviera valor. El jugador no solo movía un personaje, cargaba con el peso del mundo sobre sus hombros. Hoy, en esta secuela, el juego te ofrece la opción de «no hacerlo tú mismo». Y eso, como metáfora, me parece potentísimo.

Porque lo mismo pasa fuera de la pantalla.

Cada vez vivimos más vidas prediseñadas, en piloto automático, guiados por la promesa de que todo será más fácil si dejamos que la tecnología lo haga por nosotros. Pero, al igual que en el juego, la pregunta persiste: ¿nos está haciendo libres o simplemente más dependientes?

La tecnología, las máquinas, los algoritmos, no son malos. Al contrario: pueden ser herramientas hermosas, inteligentes, poderosas. Pero no deben convertirse en prótesis de nuestra voluntad.

Kojima, sin decirlo explícitamente, lo plantea con maestría: ¿qué sentido tiene llegar al destino si no viviste el camino?

Y es ahí donde Death Stranding 2 deja de ser solo un juego para convertirse en una advertencia disfrazada de comodidad: no olvides caminar, aunque puedas volar. No dejes de elegir, aunque la máquina lo haga mejor. No dejes de sentir, aunque te cueste más.

Porque si no, lo que ganamos en eficiencia, podríamos perderlo en humanidad.

SIN COMENTARIOS

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Salir de la versión móvil
X