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Análisis de Decktamer: un nuevo videojuego de construcción de mazos

Hazte con todas... las cartas

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Análisis Decktamer: un nuevo videojuego de construcción de mazos que llega para sorprender en PC. A primera vista puede parecer un roguelike con cartas más, un nuevo integrante de ese club tan concurrido al que pertenece ya media biblioteca de Steam. Pero tras unas cuantas horas descendiendo al abismo, domando criaturas imposibles y maldiciendo decisiones que parecieron buenas en su momento, descubres que Decktamer juega en otra liga.

Un viaje hacia lo desconocido

analisis decktamer

La premisa de Decktamer es sencilla pero efectiva. Interpretamos a un explorador que se adentra en un abismo repleto de criaturas. En lugar de eliminarlas sin más, se nos permite domesticarlas para que se unan a nuestro mazo. Y sí, suena a mezcla entre deckbuilder y juego de captura de monstruos, pero sería injusto reducirlo a eso.

Desde el primer combate, la identidad del título queda clara. Las criaturas no son simples cartas decoradas: tienen salud real, turnos de acción, estadísticas, estados alterados y pueden morir definitivamente. Es decir, si tu monstruo favorito cae en combate, no habrá segunda oportunidad. No volverá al mazo, no revivirá en la siguiente run, no habrá recuperación milagrosa. Está muerto. Para siempre. Y enfrentar esa realidad mientras avanzas por un roguelike añade un nivel emocional que sorprende por lo brusco que resulta al principio.

Domar criaturas, no solo coleccionarlas

Uno de los pilares más distintivos de Decktamer es su concepto de domesticación. No basta con derrotar a una criatura y capturarla sin más. Hay un proceso que implica riesgo, paciencia y, sobre todo, decisiones importantes. Puedes alimentar a la criatura con diferentes tipos de comida para facilitar su domesticación, pero usar recursos de calidad en criaturas débiles puede ser un desperdicio. También puedes jugártela y domarla sin ayuda, aunque eso supone un riesgo real de fallar y perder la oportunidad de añadir un miembro valioso a tu equipo.

Esta constante tensión entre lo seguro y lo arriesgado es la esencia del juego. Cada criatura tiene sus habilidades, sus sinergias, sus mutaciones posibles… pero llegar a ellas exige pasar por ese momento crucial en el que decides si vale la pena intentar domarla o no. No existe una fórmula perfecta, cada decisión se siente única y eso es justamente lo que lo hace tan emocionante.

Construcción de mazo con alma

Quien tenga experiencia en juegos de cartas reconocerá el patrón: construir un mazo sólido, potenciar sinergias, eliminar cartas inútiles, adaptarse a los enemigos del camino y, si todo va bien, rematar la run con un mazo afilado y potente. Pero Decktamer decide romper ese esquema introduciendo un elemento emocional. Tus cartas son seres vivos. Si caen, desaparecen. Y eso obliga a jugar con una cautela distinta.

La consecuencia inmediata es que los mazos tienden a ser más pequeños de lo habitual. El juego anima a que cada criatura tenga un rol muy definido y, precisamente por eso, cada pérdida se siente devastadora. No hay carta duplicada que sustituya a la que has perdido, no hay manera sencilla de replicar su función. Además, cada criatura puede mutar, fusionarse o adquirir habilidades nuevas.

Estrategia, tensión y responsabilidad

El combate se desarrolla por turnos, pero tiene un ritmo más pausado y reflexivo que otros deckbuilders. Cada criatura actúa en su propio turno y el orden importa mucho. La posición, las habilidades que elijas, los efectos que se aplican entre turnos… todo cuenta.

Eso sí, quizá lo más llamativo es la sensación de responsabilidad. No estás jugando con piezas desechables. Tienes vidas en tus manos. Cada turno en el que dudas o improvisas mal puede convertirse en un error fatal. Y aunque al principio puede resultar abrumador, poco a poco te acostumbras a medir cada decisión como si tu criatura fuera la última que te queda.

En mi caso, esa tensión acabó convirtiéndose en parte del encanto del juego. Cada victoria sabe a gloria porque no solo has superado una batalla, has conservado a tu pequeño equipo. Y si has perdido a alguien por el camino, esa herida se nota de verdad.

Un abismo que cuenta historias

Decktamer no apuesta por un despliegue narrativo espectacular, pero sí construye un universo que se siente coherente, oscuro y casi orgánico. El abismo parece un ecosistema vivo donde cada criatura tiene un origen, una razón para estar ahí, una presencia que va más allá de ser simple enemigo. Hay mutaciones, rarezas, criaturas que parecen el resultado de experimentos fallidos, seres que transmiten pena y otros que inspiran terror.

A medida que desciendes sientes que la atmósfera se vuelve más opresiva y que la estética se transforma en algo más desesperado. Los fondos del juego pueden resultar algo repetitivos con el paso de las horas. Un detalle que se nota en sesiones largas y que quizá sea el único elemento visual que no termina de estar a la altura del resto de la propuesta artística.

Dificultad sin concesiones

La dificultad es uno de los aspectos más comentados del juego y, sinceramente, uno de los que más disfruté. Decktamer no busca ser amable. No pretende guiar de la mano ni ofrecer victoria sin esfuerzo. Cada avance está ganado a sangre y sudor. Cada criatura que sobreviva a una batalla dura es un pequeño milagro. Cada jefe final parece una auténtica prueba de habilidad y estrategia.

Es un juego exigente, sí. Mucho. A veces demasiado si no estás acostumbrado al género. Pero también es tremendamente satisfactorio cuando logras dominarlo. El progreso se mide de forma distinta: no en ganar runs fácilmente, sino en aprender a gestionar riesgos, construir mazos sólidos y tomar decisiones inteligentes. El reto está ahí siempre, pero también está la sensación de mejora personal constante.

Uno de los elementos más divisivos del juego es su nivel de aleatoriedad. La construcción del mazo, las criaturas que encuentras, las ofertas de domesticación, las habilidades disponibles, incluso las recompensas después de las batallas pueden favorecer o hundir una run. Hay momentos en los que sientes que el juego conspira a tu favor, y otros en los que parece jugar en tu contra. Sin embargo, ese componente aleatorio encaja con la filosofía general del título.

En lo sonoro, Decktamer cumple con notable solvencia. Los efectos asociados a las criaturas, sus gritos, sus rugidos o sus sonidos de mutación aportan personalidad a cada combate. La banda sonora es discreta pero atmosférica, aunque podría beneficiarse de una mayor variedad para evitar repeticiones en sesiones largas. La interfaz, por su parte, es clara, elegante y funcional. El estilo de grimorio está muy bien integrado y da la sensación de estar consultando un libro vivo mientras luchas.

Rejugabilidad sin fin

Como buen roguelike, Decktamer ofrece una rejugabilidad enorme. Cada run se siente distinta, no solo por el azar propio del género, sino por la variedad de combinaciones que puedes lograr mediante mutaciones, fusiones y transferencias de habilidades. Cada criatura puede desempeñar un rol distinto según cómo la desarrolles, y esa libertad estratégica es enorme.

Además, el simple hecho de querer experimentar con criaturas raras, mutaciones extremas o sinergias inesperadas convierte cada nueva partida en un laboratorio de ideas. Y sí, perderlo todo y empezar de cero duele, pero también es precisamente ese dolor el que hace que cada nueva run se enfrente con mayor determinación.

Conclusiones finales

Decktamer es una de las propuestas más originales y emocionalmente intensas del género de los juegos de cartas en años. No solo por su estética oscura y su ambientación opresiva, sino por la audacia de convertir tus cartas en criaturas vivas cuya muerte duele de verdad.

No es un juego para todo el mundo. Su exigencia, su aleatoriedad y su crudeza lo hacen una obra dura, diseñada para quienes disfrutan arriesgando y afrontando las consecuencias. Pero si eres amante de los roguelikes, de los deckbuilders exigentes y de los mundos oscuros con personalidad, este juego puede convertirse en una auténtica obsesión.

El juego ha sido analizado en PC.

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