ANÁLISIS HANNAH EN SWITCH 2
Seguimos con análisis de pequeños juegos indie que quizás no tienen toda la visibilidad esperada pero que os podemos contar nuestras sensaciones tras jugarlo. Lanzado el pasado 30 de octubre en PC y todas las consolas, el juego ha sido desarrollado por el estudio Spaceboy y editado por QUByte Interactive. Os contamos nuestras impresiones tras jugarlo en Switch 2.
Desde que empieza Hannah notas que todo está pensado para transmitirte emociones, no para explicarte una historia paso a paso. Tomas el control de una niña que busca su muñeca perdida, pero muy pronto queda claro que ese es solo el punto de partida: lo que realmente recorres es una especie de mundo interior, lleno de recuerdos confusos, miedos infantiles y sensaciones que no siempre sabes cómo interpretar. Quizás lo más destacado es esa mezcla de inocencia rota y ambiente inquietante, de manera muy similar a lo que ocurre en la saga Little Nightmares.
Visualmente, el juego tiene un estilo que parece sacado de una cinta VHS vieja: texturas granuladas, colores apagados, iluminación que hace que todo se vea más extraño de lo normal. Esa estética funciona increíblemente bien porque te mete en la piel de la niña, como si estuvieras recordando cosas que preferirías olvidar. A veces entraba en una zona nueva y no pasaba nada “peligroso”, pero aun así sentía un nudo en el estómago. El sonido también ayuda muchísimo: no hay música épica ni sustos repentinos, sino ruidos lejanos, murmullos que no puedes ubicar y pequeños detalles que te ponen nervioso sin que te des cuenta.
Los puzles me parecieron sencillos, pero muy bien colocados. No te frenan demasiado, pero sí te obligan a mirar el entorno con atención. Cada vez que resolvía uno sentía que entendía un pedacito más de la protagonista, como si el juego usara los acertijos para mostrar cómo funciona su mente. Hay varios finales, pero una sola “run” te puede llevar unas 5 horas.
Pero Hannah también tiene fallos. Los controles son torpes, y en un juego donde a veces necesitas precisión, eso se nota mucho. Hubo momentos en los que simplemente no conseguía saltar donde quería, o la cámara se colocaba en un ángulo horrible justo cuando necesitaba ver bien. No arruinan la experiencia, pero sí me sacaron de la inmersión más de una vez. Es una pena, porque la parte emocional está tan bien hecha que estos problemas destacan todavía más.
La narrativa es muy libre. No te explican casi nada de manera directa, y muchas escenas parecen más simbólicas que literales. Por ello, puede haber jugadores a los que esta falta de claridad les resulte frustrante o demasiado lenta. Hannah no es un juego que busque acción, ni tensión constante, ni giros de guion espectaculares. Es un viaje emocional, y depende mucho de cómo conectes tú con lo que muestra.
Al terminarlo, me quedé con una mezcla de tristeza, inquietud y cierta ternura. Sentí que había acompañado a alguien a enfrentarse a cosas muy profundas, aunque nunca se me contaran del todo. No es un juego perfecto, pero sí uno plenamente disfrutable. Si te gustan las experiencias más atmosféricas que directas, si disfrutas del terror psicológico y si no te molesta que el juego no te dé todas las respuestas, Hannah puede llegarte muy dentro. Estamos ante otro de esos indies que seguro que merecen algo más de visibilidad.
