ANÁLISIS DOLLMARE PARA XBOX
El terror siempre vende y creo que nunca dejaremos de recibir propuestas que nos pongan los pelos de punta y nos enamoren a la vez. Y hoy os vengo a hablar de Dollmare en su versión de Xbox
Lanzado el pasado 6 de noviembre en consolas (anteriormente ya debutó en PC), estamos ante un juego de terror psicológico que se apoya en ideas simples, pero bien hechas. No busca dar miedo de golpe ni mantener al jugador en tensión constante con sustos fáciles. Su objetivo es más bien crear una sensación de incomodidad que crece poco a poco, usando la rutina, el silencio y la duda de si algo va a pasar. El terror aquí es más mental que una amenaza directa.

En cuanto a su historia, seremos un trabajador que acepta un turno nocturno en una fábrica de muñecas. La Sweet Cheeks Doll Factory es fría, repetitiva y sin vida, y nuestras tareas reflejan esa sensación. Revisar muñecas, buscar anomalías, seguir reglas estrictas y completar turnos forman parte del día a día. Al principio parece todo mecánico y casi aburrido, pero pronto empiezan a aparecer pequeños cambios que rompen esa falsa normalidad: una muñeca que parece mirarnos, un sonido extraño o un objeto que no estaba antes son suficientes para generar inquietud.
De lo que más me ha gustado es cómo cuenta la historia. Dollmare no da explicaciones claras ni respuestas directas. No hay largas escenas ni diálogos constantes que expliquen lo que pasa. En cambio, se confía en el entorno, en pequeños detalles visuales y en situaciones extrañas que el jugador debe interpretar. Así pues, esta forma de narrar deja mucho espacio a la imaginación y hace que cada descubrimiento sea más inquietante, porque nunca se sabe todo lo que ocurre en la fábrica.
En lo jugable, todo es muy sencillo y fácil de entender. No hay combates, enemigos que persigan al jugador ni sistemas complicados. Todo se basa en observar, moverse por el escenario y cumplir las tareas mientras la tensión crece. Además, algunos eventos cambian entre partidas, lo que evita que todo sea predecible y obliga a estar atento incluso cuando parece que todo está tranquilo.
El apartado visual no busca ser impresionante, pero cumple su función. Los escenarios son simples, oscuros y con iluminación pensada para jugar con sombras y visibilidad limitada. Cada pasillo y sala transmite vacío y aislamiento, encajando con el tono del juego. El sonido es clave para la atmósfera, con ruidos de máquinas, silencios largos y sonidos lejanos que hacen sentir al jugador observado, aunque no vea nada extraño.
En Xbox, Dollmare funciona bien y la experiencia es fluida, sin problemas técnicos importantes. El control con mando es simple e intuitivo, ayudando a concentrarse en la atmósfera y no en la mecánica. La duración es moderada, entre 2 y 3 horas, pero suficiente para contar su historia sin alargarse demasiado, lo que va bien con su ritmo pausado.
Dollmare no es un juego para todo el mundo, ya que su ritmo es lento y su propuesta es muy minimalista. Sin embargo, para quienes disfrutan del terror psicológico y de las experiencias que se apoyan más en la tensión constante que en el susto fácil, es una opción interesante y diferente dentro del catálogo de la consola.