Análisis de Days Gone Remastered: la redención llega sobre dos ruedas

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Análisis Days Gone Remastered: un regreso muy esperado

Análisis Days Gone Remastered: hay juegos que nacen bajo el signo de la controversia. Days Gone fue uno de ellos. Lanzado originalmente en 2019, llegó en un momento en el que los exclusivos de Sony parecían obligados a redefinir el medio, a elevar el listón narrativo y técnico con cada entrega. En ese contexto, el título de Bend Studio fue recibido con una mezcla de entusiasmo y decepción. Muchos lo criticaron por sus mecánicas repetitivas, su ritmo irregular o su falta de innovación, mientras otros supieron ver en él una historia de supervivencia sincera, una jugabilidad sólida y un universo postapocalíptico que, si bien no rompía moldes, resultaba inmersivo y absorbente.

Ahora, Days Gone Remastered llega a PlayStation 5 con la promesa de ofrecer la versión definitiva del viaje de Deacon St. John. ¿Estamos ante una simple capa de pintura o hay algo más profundo bajo el capó de esta remasterización? Tras más de 40 horas de juego y una buena dosis de persecuciones, hordas y gasolina, te traigo un análisis detallado para responder a esa pregunta.

Deacon, la carretera y la soledad

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La historia de Days Gone se mueve entre dos registros. Por un lado, tenemos la aventura de acción de supervivencia: el motero que sobrevive en un mundo hostil, lleno de engendros (el término del juego para los infectados), bandidos y amenazas naturales. Por otro, hay una narrativa más íntima, que gira en torno a la pérdida, la lealtad y la reconstrucción de la identidad. Deacon St. John no es el típico héroe carismático. Es un hombre roto, perseguido por su pasado, que avanza impulsado más por la necesidad de seguir en marcha que por un objetivo claro.

La trama principal nos pone en la piel de este exmilitar y motero, miembro del club Mongrels MC, en su intento de encontrar a su esposa Sarah, a quien creyó muerta tras el colapso de la civilización. Lo que empieza como una misión de rescate se transforma lentamente en una exploración emocional sobre el dolor, la esperanza y la posibilidad de redención. El vínculo con Boozer, su inseparable compañero, funciona como ancla emocional durante buena parte de la historia, y da lugar a algunos de los momentos más sinceros del juego.

Pero es en la forma en que el juego dosifica su narrativa donde encontramos uno de sus mayores problemas: la estructura episódica, la abundancia de misiones secundarias que interrumpen el desarrollo de la historia principal y un ritmo que a veces se estanca hacen que la narrativa pierda parte de su impacto. No obstante, quien se deje llevar por el tono melancólico y pausado del juego, encontrará un relato que crece con el tiempo y que sabe recompensar la paciencia del jugador.

El peso del mundo sobre dos ruedas

Uno de los pilares fundamentales de la jugabilidad de Days Gone es su enfoque en la supervivencia. Aunque no llega a ser un survival horror al uso, sí incorpora suficientes elementos de gestión para que el jugador nunca se sienta del todo seguro. La moto es, sin duda, el centro de esta experiencia. No solo porque es nuestro medio de transporte principal, sino porque está completamente integrada en la dinámica de juego. Hay que cuidarla, repostar gasolina, mejorarla, repararla… Es un personaje más.

En la versión remasterizada, se han afinado algunos de estos elementos. El control de la moto es más preciso, el modelado de daños ha sido ligeramente mejorado, y la integración háptica con el DualSense añade una capa de realismo que se agradece: ahora sientes cada bache, cada derrape, cada acelerón. Aunque no cambia la experiencia de forma radical, sí consigue que moverse por el mundo del juego sea más inmersivo.

La exploración es otro componente clave. Days Gone no propone un mundo abierto tan vibrante o denso como el de Red Dead Redemption 2 o The Witcher 3, pero su representación del norte de Oregón es convincente. Bosques densos, pueblos abandonados, estaciones de tren oxidadas, túneles colapsados… todo transmite una sensación de desolación muy conseguida. No es tanto un mundo vivo como un mundo moribundo, y eso juega a su favor.

Engendros, balas y planificación

Los enfrentamientos en Days Gone oscilan entre lo táctico y lo visceral. Por un lado, podemos abordar muchos encuentros de forma sigilosa, utilizando el entorno, trampas y distracciones. Por otro, el juego no teme lanzarnos a la acción más directa, especialmente cuando nos enfrentamos a grupos numerosos o a las temidas hordas. Es aquí donde Days Gone brilla con luz propia.

Las hordas no son un simple truco visual. Son una amenaza real, dinámica, y tremendamente desafiante. En la remasterización, el número de engendros por horda ha aumentado ligeramente en algunas zonas, y su comportamiento se ha afinado para que reaccionen de forma más creíble. A esto se suma el nuevo modo de dificultad “muerte permanente”, que convierte cada encuentro en una prueba de nervios. No es un añadido revolucionario, pero sí una forma inteligente de dotar de nueva vida al título.

La variedad de armas, combinada con el crafteo de objetos (bombas, cócteles molotov, trampas, etc.), permite que cada jugador aborde los combates a su manera. Personalmente, disfruté mucho las incursiones nocturnas a nidos de engendros, planificando mi ruta de escape antes de lanzar la primera bomba. La IA enemiga, aunque sigue sin estar a la altura de los mejores exponentes del género, cumple su función y rara vez resulta frustrante.

Remasterización: Mejoras palpables… pero limitadas

Cuando hablamos de una remasterización, inevitablemente surge la pregunta: ¿qué ha cambiado realmente? En el caso de Days Gone Remastered, nos encontramos con una serie de mejoras que, si bien no transforman el juego en otra cosa distinta, sí redondean y afinan muchos de sus aspectos técnicos. La más evidente es la tasa de imágenes por segundo: los sólidos 60 fps constantes aportan una fluidez que se agradece especialmente en los combates más caóticos y las persecuciones a toda velocidad por carretera.

El salto a resolución 4K nativa (en modo fidelidad) también es notable. Las texturas lucen más nítidas, los detalles en los entornos naturales brillan con más fuerza —las hojas moviéndose al viento, la lluvia golpeando el asfalto, los juegos de luces al amanecer—. Si ya en PS4 el juego sorprendía por su apartado artístico, ahora logra por momentos rozar lo cinematográfico.

Donde se nota un esfuerzo adicional es en la implementación de las funciones del DualSense. La retroalimentación háptica, por ejemplo, permite sentir la diferencia entre los tipos de terreno al conducir, o la tensión de los gatillos adaptativos al disparar un arma de fuego. No es una revolución, pero sí un añadido que aporta inmersión y que nos recuerda que esta no es simplemente la misma experiencia de hace cinco años.

En cuanto al contenido jugable, los nuevos modos «Partida Rápida» y «Muerte Permanente» añaden valor para quienes buscan rejugar el título con un enfoque diferente. Poder revivir momentos clave de la historia sin necesidad de empezar desde cero es una opción más que bienvenida, especialmente en un juego tan extenso. Por otro lado, el modo de muerte permanente —disponible en cuatro niveles de dificultad— convierte a Days Gone en una experiencia mucho más tensa, donde cada bala y cada decisión cuentan. No es para todo el mundo, pero para los jugadores hardcore, es un verdadero desafío.

Sin embargo, no todo son aplausos. Algunos problemas de la versión original persisten. La inteligencia artificial de los enemigos humanos, por ejemplo, sigue teniendo momentos algo torpes: soldados que no te ven aunque estés a tres metros, o engendros que se quedan atascados en elementos del escenario. Además, el popping (aparición repentina de elementos) en entornos abiertos sigue apareciendo en momentos concretos, y hay pequeñas caídas de framerate al entrar en ciertas zonas con mucha carga de objetos.

Diseño de mundo: Hostilidad como protagonista

Uno de los grandes logros de Days Gone sigue siendo su ambientación. No hablamos solo de lo visual, sino de cómo Bend Studio ha sabido construir un mundo en el que todo parece estar en tu contra. No hay un solo rincón de Oregón que se sienta completamente seguro. El peligro puede venir en forma de horda, de grupo de saqueadores, de animales salvajes o incluso de simples trampas colocadas en mitad de un sendero. Esta constante sensación de amenaza construye una tensión atmosférica que, incluso tras varias horas de juego, no se disipa del todo.

La estructura del mapa está bien pensada. No es el más grande del género, pero sí lo bastante extenso y variado como para invitar a la exploración. Hay bosques espesos, montañas nevadas, pueblos semiabandonados, estaciones militares, campamentos, cuevas… Cada zona tiene su personalidad, sus desafíos particulares y sus secretos. Además, el sistema de misiones secundarias, aunque algo repetitivo, nos permite conocer historias pequeñas de supervivencia, venganza o redención que ayudan a enriquecer el universo del juego.

El ciclo día/noche y los efectos meteorológicos no son solo estéticos: influyen en la jugabilidad. De noche hay más engendros, y son más agresivos. La lluvia reduce la visibilidad y el ruido del motor de la moto se disimula mejor, lo que permite ataques más sigilosos. Es un ejemplo de cómo el mundo reacciona —aunque de forma sutil— a nuestras acciones y decisiones.

En esta remasterización, los tiempos de carga han sido prácticamente eliminados. Entrar en el juego o cargar una partida apenas lleva unos segundos, lo cual mejora enormemente la fluidez de la experiencia. De hecho, después de varias horas jugando, uno se da cuenta de que ese flujo constante de exploración, combate y gestión es más adictivo de lo que podría parecer al principio.

Personajes y narrativa: más corazón del que aparenta

La historia de Days Gone no es revolucionaria, pero tiene alma. Deacon St. John, interpretado por Sam Witwer (conocido por sus trabajos en Star Wars y Being Human), no es un protagonista fácil de querer al principio. Su comportamiento errático, su cinismo y su ira contenida lo alejan del héroe tradicional. Sin embargo, conforme avanzamos en la historia, vamos descubriendo capas más profundas de su personalidad: su dolor, su humanidad, su necesidad de redención. Y eso lo hace interesante.

La relación con Boozer es el eje emocional del primer tramo del juego. Es una amistad forjada en el dolor, pero también en la lealtad. Las conversaciones entre ambos, su evolución a lo largo de la historia, y los sacrificios que realizan el uno por el otro están narrados con una naturalidad que sorprende. Más adelante, personajes como Iron Mike, Rikki, o el propio O’Brian enriquecen la trama con conflictos morales, dilemas éticos y revelaciones sobre el pasado del mundo que habitamos.

En esta remasterización, las cinemáticas se mantienen sin cambios sustanciales, más allá del aumento de resolución. Algunos jugadores habrían agradecido un rework más profundo en las animaciones faciales, que hoy por hoy pueden resultar algo anticuadas. Aun así, la dirección de escenas cumple con creces, y la música —especialmente en los momentos más emocionales— sabe golpear donde duele.

Un apartado sonoro que amplifica el alma del viaje

Si algo hace especialmente bien Days Gone, es saber cuándo callar y cuándo dejar que la música hable. El diseño sonoro del juego es uno de sus puntos fuertes, y en esta remasterización, gracias al audio 3D en PlayStation 5, alcanza nuevas cotas de inmersión. El zumbido lejano de una horda moviéndose entre los árboles, el chasquido de las ramas al pisarlas, el rugido de la moto al arrancar… Cada sonido está ahí para reforzar la tensión, para envolver al jugador en un mundo que respira decadencia.

La banda sonora, compuesta por Nathan Whitehead, huye de los clichés del género postapocalíptico. En lugar de apostar únicamente por música ambiental sombría o electrónica fría, introduce temas acústicos, melancólicos, que refuerzan el tono emocional de la historia. Momentos clave, como los reencuentros o las despedidas, están acompañados de composiciones que no buscan manipular al jugador, sino acompañarlo.

Por otro lado, el doblaje al castellano mantiene un nivel muy decente, aunque es justo decir que el doblaje original en inglés resulta más matizado y creíble, especialmente en la voz de Deacon. Sam Witwer entrega una interpretación sólida, con cambios de tono, pausas y momentos de vulnerabilidad que ayudan a humanizar al personaje. Afortunadamente, el juego permite cambiar entre doblajes con facilidad, y ofrece subtítulos bien sincronizados, aunque aún echamos en falta más opciones de personalización para la accesibilidad visual y auditiva.

Misiones secundarias: entre el relleno y las historias ocultas

Uno de los aspectos más discutidos de Days Gone, tanto en su versión original como ahora, es el diseño de sus misiones secundarias. El título de Bend Studio cae en una cierta repetición de patrones: despejar campamentos de saqueadores, destruir nidos de engendros, entregar encargos a los distintos asentamientos, escoltar NPCs… Aunque la ejecución es correcta y el gunplay divertido, no todas estas tareas aportan contenido narrativo o jugable que justifique su reiteración.

Sin embargo, hay excepciones. Algunas misiones secundarias esconden pequeñas joyas: historias de personajes que han perdido todo, de traiciones, de segundas oportunidades. El juego no siempre las destaca, y a menudo quedan enterradas entre encargos más triviales, pero están ahí para quienes quieran mirar más allá del marcador de experiencia. Es en estos momentos donde Days Gone recuerda a aquellos westerns crepusculares, donde la acción es solo el marco para contar algo más humano.

Además, el sistema de confianza con los campamentos añade una capa de estrategia interesante. Al completar tareas para un campamento, aumenta nuestra reputación allí, lo que desbloquea nuevas armas, mejoras para la moto o acceso a recursos. Esta mecánica genera un ciclo de juego satisfactorio: exploras, completas misiones, mejoras tu equipo, y estás mejor preparado para enfrentarte a los desafíos mayores del juego.

Accesibilidad y opciones de juego: asignatura aún pendiente

En pleno 2025, hablar de accesibilidad en los videojuegos no es opcional, sino necesario. Y en este aspecto, Days Gone Remastered cumple solo en lo básico. Podemos ajustar la dificultad, activar subtítulos, modificar ciertos parámetros de control… pero sigue sin ofrecer las amplias opciones que otros títulos de Sony han implementado con brillantez, como The Last of Us Part II o God of War: Ragnarök.

Faltan ajustes para jugadores con daltonismo, modos de contraste alto para quienes tienen dificultades visuales, o ayudas auditivas más completas. También sería deseable una mayor personalización del HUD y de los avisos visuales. Aunque la jugabilidad base no requiere una precisión quirúrgica, es una pena que no se haya aprovechado esta remasterización para acercar el juego a un público más amplio.

¿Un nuevo comienzo o una despedida digna?

Llegados a este punto, toca hacerse la pregunta clave: ¿merece la pena Days Gone Remastered? La respuesta, como casi siempre, depende del tipo de jugador que seas. Si nunca jugaste al original, esta es sin duda la mejor forma de descubrirlo. La experiencia es más fluida, más bella, más inmersiva. Los añadidos, aunque modestos, redondean el conjunto y eliminan muchas de las asperezas iniciales.

Para quienes ya lo disfrutaron en PS4 o PS5 (gracias a la retrocompatibilidad y al parche que mejoraba el rendimiento), la propuesta no es revolucionaria. No hay contenido nuevo en la historia, ni cambios profundos en su diseño. Es una versión optimizada, no reinventada. Pero también es una segunda oportunidad para conectar con un juego que, en su momento, fue injustamente infravalorado por ciertos sectores de la crítica.

Days Gone no es un juego perfecto. Su narrativa puede ser desigual, su estructura algo hinchada, y su diseño de misiones necesita más variedad. Pero también es un juego con corazón, con alma, con una identidad marcada. Un título que apuesta por la construcción del personaje, por el viaje emocional, por el peso del silencio entre balas.

Conclusiones finales

Days Gone Remastered no reescribe el legado de Bend Studio, pero sí lo refina. Nos recuerda que no todos los héroes llevan capa, que a veces basta con tener una moto, un puñado de balas y la esperanza terca de que aún queda algo por lo que luchar. No es una revolución, pero sí una reivindicación. Y a veces, eso es justo lo que se necesita.

Lo mejor

  • Mejoras gráficas y de rendimiento que enriquecen la experiencia.

  • Nuevos modos de juego que aportan rejugabilidad.

  • Integración efectiva de las funciones del DualSense.

  • La ambientación y el diseño del mundo abierto.

Lo peor

  • Persistencia de algunos bugs y problemas técnicos.

  • La historia, aunque emotiva, no ofrece grandes sorpresas.

  • Algunas mecánicas podrían haberse pulido más.

Days Gone Remastered es una muestra de que, con dedicación y mejoras adecuadas, un juego puede tener una segunda vida y llegar a un público más amplio. Es una invitación a volver a la carretera y enfrentar los peligros del apocalipsis con renovadas energías.

El juego ha sido analizado en Playstation 5.

NOTAS

Historia
8
Jugabilidad
8
Sonido
9
Gráficos
8
Innovación
6
Alejandro Montoya
Alejandro Montoya
Apasionado de los videojuegos. Mi género favorito es el JRPG y mi predilección son las aventuras para un jugador. Redactando desde 1991.

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